La frase
sonó como un látigo 
que duele, hiere, 
lastima
¡Mata!.
¡Mata!.
Al lograr salir del estupor, 
la confirmación de la frase...
Y el corazón
sintió la fuerza de la expresión,
Y el corazón
sintió la fuerza de la expresión,
el peso de cada palabra. 
El dolor surgió y quedo 
como la quemadura de un hierro sobre la carne, 
lacerante, latente como el pulso. 
Las lágrimas 
rodaron suaves, cálidas, 
saladas, sobre las mejillas 
Inherentes al dolor 
que el corazón sentía. 
La mentira duele, lastima. 
Hace que se pierda la confianza, 
la amistad, el cariño 
y hasta el amor.
Pero hay veces que la franqueza, 
la sinceridad, 
de igual manera que la mentira, 
produce mayores daños, 
¡Mata!. 
Mata el entusiasmo, 
ilusiones, fantasías 
la esperanza. 
Mata la muerte misma. 
Porque desde antes de escuchar la fatídica frase 
ya me sentía muerta en vida. 
 
 

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