Crisálida.

Sentimiento sustanciado de emociones, plasmadas en palabras, dichas en un susurro que brotan del fondo de mi Alma.

lunes, 1 de septiembre de 2008

SALVAJEMENTE…

Miró tras los cristales de la ventana, con el aliento agitado, humedeciéndolos.Sentía el fuego quemándola por dentro. Sin pensarlo salió en la tórrida y lluviosa noche.

Caminaba sin rumbo. El agua corría al costado del asfalto arrastrando hojas mustias de otoño.La lluvia golpeaba cada vez más fuerte su rostro. No sintió una ráfaga de viento frío que recorrió su cuerpo sin calmar el ardor que dolía, que quemaba por dentro; generado en la matriz, impulsado por el recuerdo de noches parecidas a esa con la compañía especial que llenaba sus horas, su boca de besos; la estrechez del vientre con su virilidad y su cuerpo colmado de caricias como cicatrices eternas de placer que otros cuerpos no pudieron postergar ni olvidar.


De pronto el miedo.

Apuró el paso al sentir ecos parecidos a sus pasos detrás de ella. Eran más aplomados y seguros. Se acercaban cada vez más. La cercanía permitía percibir una fragancia masculina que entre brisas y ráfagas, traía el viento. Ese aroma crecía cada vez más cerca, como el miedo que aumentaba la respiración, la humedad de la lluvia en la ropa y el calor de su cuerpo.

Los latidos de su corazón se aceleraban acompasadamente. Su respiración se confundía con el silbido del viento. En la siguiente esquina viró y sus ojos se abrieron violentamente ante la sorpresa de encontrar una calle sin salida. En instantes quedó su humanidad ante una pared llena de moho, un par de balcones y puertas cerradas. El miedo frenó al grito que asomaba en su garganta. Sintió un frío intenso en todo su cuerpo, ante el apriete de un mano fuerte sobre su antebrazo derecho. Con seguridad pero sin violencia, la hizo girar hasta quedar frente a frente y apretarla contra su cuerpo.

Su memoria emocional se cargó de sensaciones al descubrir esa fragancia tan cerca y estuvo a punto de desfallecer. Un relámpago le permitió ver un par de ojos febriles y unos labios carnosos que comenzaron a comerla a besos, con saña. La barba de un par de días raspaba y lastimaba su rostro. Con fuerza y decisión tomaba su nuca con la mano derecha. Con pasión exacerbada buscaba su lengua, mientras apretaba, alternadamente, con la mano izquierda, los pezones erectos de sus senos, como si ellos anhelaran esas caricias. El miedo dejó paso a la pasión. Una pasión contenida en el tiempo.

La apretó contra el muro. Levantó su falda pegada al cuerpo por la humedad e hizo a un lado su prenda interior con violencia. Ella hurgaba con la misma urgencia, mientras sus manos buscaban la cremallera de sus jeans que se atascó mojada por la lluvia.

La ayudó con la otra mano, al sentir la fragilidad de sus uñas quebrarse en el intento; sin despegar sus labios carnosos de su boca por el temor que gritara su nombre; sin presentir que los devoraba el mismo apetito desmedido.

Al lograr abrir la cremallera, acarició sus muslos sobándolos por dentro, apartarlos un poco uno del otro, levantarlos ligeramente y penetrarla con nerviosismo. Intentó gemir de placer, sin apartarse de su boca.

Sintió su cuerpo estremecerse y contraerse de placer al sentir el trozo de músculo caliente y duro que unía sus cuerpos y desear, que con cada arremetida fuera más profundo y prolongar esa sensación del placer; exigiendo en un susurro que las acometidas fuesen más duras, veloces, más adentro, sintiendo su vientre quemarla, demandando aún ir más lejos…

Besaba, lamía y olía su cuello tras cada acometida y metía sus manos por dentro de la blusa; buscando apropiarse, sentir la piel y sus senos entre sus manos, luego zambullirse entre ellos con frugalidad.

Buscaba a tientas un lugar, un espacio, que resultara más cómodo en donde apoyarse y sentir el disfrute, gimiendo, trataba de acomodar el cuerpo… llegar sin aliento.

Otro relámpago, como si el clima se convirtiera en cómplice y compinche de ese momento, le permitió ver una cornisa a unos pocos centímetros. Le tomó los brazos, sujetó su nuca y le levantó ligeramente la otra pierna y con un movimiento casi imperceptible, depositó su cuerpo en la saliente, sin apartarse un ápice uno del otro.

Algo más cómoda ella gemía y disfrutaba aún más.
Sus cuerpos emitían un vaho por el calor que emanaba de ellos y sus prendas mojadas.

La penetraba con un ritmo frenético, cada vez más acelerado. Mientras ella pedía más. Mucho más.

La tomó de las piernas y las dobló hacia ella de tal manera que su vagina quedaba más expuesta, otorgándole un mayor placer.
Lo sentía dentro suyo, duro, caliente, húmedo. Volaba de placer llegando al límite; al clímax. Sentía que iba a explotar de gozo, tratando de arquear aún más su cuerpo en ese mínimo, incómodo espacio; sin importar que las astillas se clavaran en sus glúteos y espalda.

La besaba en el cuello, olía sus cabellos mojados por la lluvia que todavía mantenía el leve perfume que se había puesto al atardecer…

Arqueó su cuerpo aún más, sentía que estaba cerca, que llegaba al paraíso…Un espasmo que recorrió su cuerpo y, el orgasmo total, a donde sólo él sabía hacerla llegar; ambos al mismo tiempo. Sincronizados. Como siempre, como si no hubiera transcurrido el tiempo de espera, el día, los años.
Los mismos cuerpos, viejas pieles. Amor y pasión que conjugadas perduran y nunca se olvidaron.
Fue relajando su cuerpo lentamente. Disfrutando de ese momento con espasmódica lentitud…
Iba entreabriendo los párpados suavemente. Lo miró profundamente a los ojos buscando las mil y una respuestas que se había hecho mientras lo esperaba…Él la besaba, tierna, dulcemente; los labios, la nariz, la barbilla…Abrió los labios y sólo atinó a susurrar:

"¡Has tardado tanto!"

Al abrir la boca para responder, un rayo centelleó muy cerca y el estruendo apagó el sonido de sus palabras…

El ruido ensordecedor hizo que un gato que se albergaba de la lluvia entre unos cajones, a poca distancia de ellos, saliera disparado atropellando a su paso todo lo que tenía delante; produciendo más barullo y desorden.
En un portal cercano se encendió una luz y asomó una cabeza con precaución para nada más divisar una pareja con los brazos entrelazados por detrás de la cintura, muy juntos, alejándose en la penumbra.

Ella, recostada en los hombros de él, haciendo caso omiso a la pertinaz llovizna que caía sobre ellos.

3 comentarios:

Unknown dijo...

muy lindo tu cuento, me hace acordar cuando era joven y sewntia los deseos

Unknown dijo...

sos una personaje!!! exitos

Maria Verónica dijo...

Mas vale tarde que nunca! después de tantos anhos he visto este comentario Muchas gracias!